Es que ya te vale salir y beber

Lo del título, es lo que me dijeron mis amigos y compañeros de piso cuando les conté lo que había pasado.
Yo tenía veintipocos años. Quedé con una amiga que hacía mucho que no veí, y salimos por la noche. Yo me tomaba ansolíticos (para la ansiedad) y era bebedora «social». Al salir, bebía, y nunca me pasaba nada raro. Ni me emborrachaba siquiera.
Salí con mi amiga a una macrodiscoteca y pedí una cerveza. No me olvidaré nunca. Una sola cerveza. No bebí nada más. Mientras bailabamos, reíamos y esas tonterías, se acercó a mí un chico que consideré como «mono». Recuerdo que me hacía gracia y que pensé en llevarle fuera para darnos un morreo. Y ahí hay una laguna.
Lo siguiente que recuerdo es estar en el baño de mujeres (en uno de los muchos baños) y notar que me dolía porque el chico me estaba penetrando sin estar yo lubricada. Me sentía extraña e incómoda (no me asusté de entrada porque mi actividad sexual siempre ha sido muy alta, con consentimiento, claro), le dije que no había manera y que me molestaba y se fue sin más.
Me quedé en el baño un rato, intentando usarlo, ya que estaba. Pero me dolía y no conseguía hacer pis. Al rato escuché a mi amiga que me buscaba, salí y como ya era tarde nos fuimos a dormir a su casa.
Me levanté pronto, con unas ganas terribles de orinar. Era incapaz. Sentía un dolor tremento y lo poco que hice tenía algo de sangre. Al verlo me asusté, y le dije a mi amiga que me marchaba ya, que tenía cosas que hacer.
Llegué a la estación de tren y me la encontré cerrada. Por lo visto hay dos estaciones en ese pueblo y fui a la que no era. Mi amiga ya no estaba, y yo me desesperaba por volver. Así, llamé a mi ex novio, con el que me llevo muy bien, que vivía relativamente cerca y tenía coche.
Le conté lo que me había pasado. Al momento se alteró. «No te muevas de ahí!», me dijo.
Llegó en muy poco tiempo y me llevó los 30 minutos de coche hasta el Hospital de Barcelona. Mientras iba en el coche sentía que tenía que calmarle yo a él. No dejaba de preguntarme si recordaba su cara, si sabía quién era… Y dijo la frase que no volví a escuchar de boca de ninguno de mis amigos ni amigas: «Esto es muy grave, te han violado».
Le agradecí mil veces el llevarme, me dijo que me dejase de tonterías y fuera a urgencias.
Y fui. Y me revisaron al cabo de un largo rato. Ahí la ginecóloga de urgencias me dijo que tenía algunas heriditas internas, pero nada grave. No me preguntó cómo había pasado. No me preguntó nada.
Con la recveta salí y me fui al piso donde vivía. Ahí estaban mis compañero/as de piso que eran mis supuestamente mejores amigo/as.
Y al transcurrir el día al final les conté lo que me había pasado de principio a fin.
Su respuesta fue muy clara: Yo daba verguenza. ¿Cómo se me ocurría beber?
No hubo ni una palabra sobre cómo me sentía o sobre lo que me pasó más allá de una soberana charla sobre las consecuencias de beber.
Me quedé tan sorprendida de su reacción que fui incapaz de decir nada más. Me sentía fatal, y me estaban haciendo sentir peor.
Un tiempo después se lo conté a otra buena amiga y a otro gran amigo, aunque esperaba la misma charla. Así que cuando al final del relato empecé a justificarme, estos dos me hicieron callar. Los dos me dijeron que no era culpa mía, que eso era muy grave y que si podían ayudarme en lo que fuera que contase con ellos.
Nunca se lo conté a mi familia.
De todo mi círculo de confianza, sólo tres personas se preocuparon por mi bienestar. Mi ex novio, y dos amigos. Sólo tres, de todos, se preocuparon seriamente por lo que yo necesitaba. Sólo tres no me culparon.
Si tan sólo hubiese encontrado primero a esos tres de golpe, si nadie me hubiese culpado, tal vez habría podido superar la verguenza que sentía de mí misma, y lo habría denunciado.

Publicado el 19/05/2018