La violación no entiende de nivel cultural

Por ese entonces, yo era encargada de planeación y evaluación en una reputada universidad local. Entre mis tareas estaba la coordinación académica con maestros algún que otro fin de semana los sábados.

Había un maestro bastante atractivo y exitoso laboralmente, al que le gustaba flirtear con las maestras y otras administrativas, incluida yo, aunque nunca me lo tomé como nada más, como el típico Don Juan, hasta que lo cité a mi despacho para su revisión.

A puerta cerrada, empezó a piropearme, cada vez más agresivamente, hasta entrar en tema sexual, mientras se tocaba abiertamente.

Tonta de mí, me daba reparo el gritarle o llamar a mi asistenta por miedo al ‘que dirán’, por lo que el no tardó en plantarse a mi lado, agarrarme del cuello y susurrarme exactamente lo que pensaba: si chillaba, mi reputación se vendría abajo, la gente cuchichearía sobre mí y mi profesionalidad, y duro sería tener otro trabajo… Me dijo que era una puta que venía buscando su miembro desde el principio y que por fin la tendría. Con una navaja suiza que traía en su bolsillo en mi yugular, me hizo abrir la boca y permitirle sexo oral mientras me manoseaba los pechos y yo trataba de llorar lo más calladamente posible, para que no se escuchara nada, temiendo por lo que la gente pensaría.

Al cabo de un rato me dijo que ‘se venía’, que quería hacerlo en mi boca, y que más me valía dejarme hacer mientras me aferraba del pelo para evitar que me moviera.

Cuando lo hizo, lo hizo soltando una larga lista de improperios musitados, que era una puta, que tenía suerte que solo pasara eso… Al final, me ordenó tragar. Cuando dudé en hacerlo, me cruzo la cara con una sonora bofetada, que afortunadamente no se escuchó afuera.

Después de eso, y después de jugar con su miembro en mi cara, decidió irse, no sin antes lanzarme un beso con una amplia sonrisa, dejándome hecha un harapo. Tuve que cerrar la puerta de mi despacho para poder recomponerme mental y físicamente, ya que mis lágrimas me deshicieron el maquillaje, y el pelo lo tenia alborotado. Tonta de mí, me preocupaba más el rumor que lo que acababa de pasar.

Tiempo más tarde, en la posada de la universidad, logró convencer a mi propio grupo de amigas a que me diera raite a mi casa, ya que vivíamos relativamente cerca. Mis amigas insistieron en que me fuera con él, sin saber lo que me hizo, y yo, por miedo a que sospecharan algo, acepté. Durante el trayecto, el parecía haber olvidado lo que me hizo, porque charló animadamente hasta llegar a un cruce, donde se fue por el lado erróneo a propósito. Puso su mano en mi muslo y rompí a llorar, cosa que pareció excitarle más. Esa noche abusó sexualmente de mí, para luego dejarme cerca de mi casa hecha un harapo de nervios y llanto.

No puedo acudir a ningún lugar porque en mi ciudad no lo hay y ademas, mi reputación quedaría por los suelos; seguramente me apartarían de la docencia y mi ex tendría otra excusa para querer quedarse con mi hijo.

Procuro ir cada vez menos a mi antiguo despacho y estoy empezando una nueva aventura laboral para distanciarme lo máximo que puedo. No he podido tener relaciones desde entonces.

Cuídense de las apariencias.

Publicado el 7/09/2015