Prototipo

Cuando ves una violación en la televisión y ves a la pobre muchacha llena de sangre y porquería en la ducha, probablemente no pienses nada. Sólo sientes asco. A veces malestar físico si eres aprensiva.

Pues cuando de repente te encuentras tirada en el suelo, con un hijo de puta encima sin que puedas hacer nada por evitarlo viviendo una de esas situaciones prototipicas de la televisión, probablemente no pienses nada. Sólo sientes asco. El malestar físico desaparece. El miedo lo abarca todo. La boca se te seca. Igual que la sangre.

Y de repente otro flash y te encuentras llamando a la policía intentando explicar lo que te ha pasado.

Otro flash y estás en el hospital con el ginecólogo hurgando (más aún).

-¿Alguien de tu familia te pega?
-Mire señora, me ha violado un desconocido, céntrese en preguntar coherencias.
-¿Cuándo fue su última relación sexual?
-¿En serio señora? Calculo que hace una media hora.

Otro flash y te encuentras pasando dos largas horas en la comisaria de tu ciudad, en una sala de denuncias que han cerrado para ti sola (qué honor).

Lo cuentas todo otra vez. Otra vez. Y las que te quedan.

Y cuando por fin llegas a casa agotada, asqueada, llena de sangre, tienes que quitarte toda la ropa que te queda para que se la lleve esa policía tan maja que te ha traído a casa y no la vuelvas a ver nunca más.

Y te tumbas y piensas «ya está, estoy viva, esta es mi cama». Pero no, no está. Empieza lo peor, empieza lo duro.

Querida, si me lees, sé fuerte. Pide ayuda. No te dejes hundir. Vales infinitamente más que eso. Aprende de la peor lección que te da la vida y conviértete en una gran mujer. Todas estamos aquí para ayudarte.

Publicado el 19/05/2018