Uno de mis primeros recuerdos…

Uno de mis primeros recuerdos es el siguiente: él está sentado en la silla del ordenador, que tiene ruedas, y yo arrodillada delante suyo. Él me sujeta la cabeza con las dos manos para obligarme a meter su pene en mi boca, bien adentro, y me dice que no me asuste, que él da leche. Que tengo que hacerlo porque soy una niña muy guapa.

Mis padres trabajaban muchas horas y me dejaban en casa de unos amigos de la familia todas las tardes. Él era uno de los hijos de esa casa. Me enseñaba su game boy y sus hámsters. Ese día nos quedamos solos y decidió enseñarme otras cosas.
Yo tenía unos cinco años. Él, no lo sé: edad suficiente para afeitarse, en cualquier caso. Muchas veces me ha preguntado exactamente cuántos años tendría, si catorce o diecisiete, y si eso supone una diferencia. Si era lo bastante joven como para haberse curado. Si esas cosas se curan.

Se lo conté enseguida a mi madre, con la inocencia propia de esa edad: «Mamá, ¿sabías que el hijo de tu amiga da leche?». Recuerdo que me llevaron al médico y el médico me miró ahí abajo, donde nunca me había mirado antes. No encontró nada, claro, él no me había tocado ahí.

Mis padres nunca volvieron a dejarme en aquella casa, pero tampoco pusieron ninguna denuncia, ni dejaron de relacionarse sus amigos. Durante muchos años me pregunté si habían creído mi historia.

De adolescente, recordando aquello que había pasado, empecé a sentir mucha rabia y el deseo de hacer algo. Él se casó cuando yo tenía unos 12 o 13 años; de hecho, nos invitaron a la boda. Le dije a mis padres que si me hacían ir, cogería el micrófono de la orquesta y les contaría a todos lo que ese cabrón me había hecho. No hablamos más del tema, pero no volvieron a mencionar la boda.

Después de la boda, él se mudó a un pueblo cercano. Como sabía su nombre, intenté localizarle a través de la guía telefónica. Tenía muy claro lo que quería hacer: llamarle o presentarme en su casa y contarle a su esposa lo que su marido me había hecho. Creía que ella se merecía saber con qué clase de monstruo se había casado. Pensaba que eso era una enfermedad, que no se curaba nunca, que seguro que buscaría a otros niños para hacerles lo mismo. Pero su nombre no figuraba en el listín, así que nunca hice nada, nunca avisé a nadie. Y ahora me pregunto si esas cosas se curan, si realmente importa tanto que él tuviera catorce o diecisiete.

Publicado el 13/10/2012